16 de agosto de 2015

Las tradiciones orales y las mujeres

Hace más de un día que tengo fiebre.

Estoy enferma y disfrutando de ser un poco malcriada. Tener a mamá con visitas “de médico” varios días seguidos me hizo volver a pensar sobre la identidad y la necesidad de tener una memoria. Y como siempre mis anteojos, eso que es algo así como el filtro con el que veo el mundo, me llevan a pensar en estas cosas.

Recibir amor es tan sustancial y satisfactorio como darlo. Entrar en ese jugueteo de te quiero me querés, te cuido me cuidás, lo necesitamos en general, multidireccionalmente y sobre todo si estamos enamoradxs o si es de mamá. 

Es loco porque pareciera que siempre es sólo de mamá. No de papá, o pareciera que no “hegemónicamente” de papá. ¿Será muy conspirativo pensar que quizás más que una cuestión de instinto sucede que las mujeres estamos más educadas para atender las necesidades del otro, por tanto y en cuanto aprendemos a dar amor de diversas formas: cuidados, atención, memoria, alimento?


A las mujeres, todavía hoy, se nos enseña a realizar actividades invisibles en la división sexual del trabajo. Todavía nos pagan el 27% menos en nuestros trabajos a nivel mundial. Todavía no tienen en cuenta cupos para diversos puestos en la mayoría de las entidades de orden público o privado de cualquier tipo (estaría bueno tener las encuestas a mano. Busquen, es importante). Hay múltiples cosas que pasan. Todavía, no hace falta afinar mucho el oído, nos siguen gritando “mamita”.

 A los hombres, además del  hecho jerárquico de estar en una situación de superioridad por su género y que debido a esto, como pareciera claro u obvio, todo lo que de ellos se trate es mejor; se les enseña tradicionalmente otros mandatos que podemos pensar a grandes rasgos como el deber ser “proveedores de las condiciones materiales del grupo”, viriles, luchadores y violentos.




Pero todo esto venía a que me enfermé y llamé a mamá. La llamé y vino casi corriendo y sin pensarlo. Por un lado aprovechó que está cerca, por otro sabe que si le pido que venga es porque estoy enferma y porque realmente lo necesito. Me preparó sopa, me limpió un poco la cocina, me recordó que tenía que comer y me trajo siempre todo a la cama. Tuve que explicarle que “capaz me venían a cuidar” para que se vaya a dormir a su casa, y después, por teléfono se cercioró: “¡ah bueno entonces me puedo quedar tranquila!”, me dijo y yo me reí diciéndole que sí.

Mi vieja capaz tiene un blog donde cuenta como es ser la madre paraguayo-argentina catequista cristiana de una joven (ejem) feminista. O capaz que no. Hoy descubrí que si escribiera podría contar demasiadas cosas.

La fiebre hizo que volvamos a pasar tiempo juntas. El dolor de cabeza me ayudó a poder aprender a callar, y algunas preguntas la hicieron contarme un montón de historias que no conocía, que no entendía, en las que hasta hace muy poco no había pensado. La historia que es ella, que son sus raíces, lo que también es gran parte de lo que soy. Todo lo que ella sabe o está descubriendo lo está narrando quizás por primera vez conmigo, y lo hace con una dulzura y gracia, que ojalá sean parte de tan bello legado.

Una vez me dijo “Si no te lo cuento a vos, ¿a quién se lo voy a contar?”.

Mi mamá es introvertida, o lo fue siempre en general, o nunca tuvo el espacio para relatarse. O nunca tuvo el tiempo o  la fuerza para hacerse valer. O nunca tuvo la pregunta.

Le debo tantas preguntas.

Necesito tantas respuestas.




Lucina me cuenta sus miedos de ayer y los de hoy. Lo que significó para ella que se muera la tía más antigua de la familia, “el pilar”, la que guardaba las tradiciones, la que fue la maestra más sabia para todos. Me contó lo que esto representó para ella al entender que esto era tan importante para su mamá. Dijo frases en un guaraní claro y con el cantito natural. Creo que nunca le dije que me parece un encanto. Me habló de como la tía sólo miraba a su hija los días antes de morir. Me habló del luto tradicional y del aggiornamento que plantea el evitar los colores intensos; también de la “novena”, esa reunión donde se reza un rosario durante 9 días seguidos en homenaje a los muertos. Me habló de lo importante que es valorizar y respetar lo que es importante para el que muere, pero también para el que vive.

Nunca había escuchado hablar con tanto amor a mi mamá y nunca la había visto más hermosa, con su cara rosada, su saco de lana y el pañuelo. Lloraba y se reía, se seguía narrando y me seguía contando.

Mamá me habló de su memoria, de mi historia; me habló de su mamá, que es mi amada abuela, también de otras mamás y otras hijas y lloramos un poco las dos juntas.




Hace más de un día que tengo fiebre.

Gracias.

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