25 de septiembre de 2013

La menstruación, las hormonas, y la concha de su madre.



Pienso cosas y me repugno de manera contradictoria. Me siento triste y culpable. Después entiendo. Dejo de autodestruirme el alma.

Me siento una pelotuda. 

Siempre estuvo el mismo pozo. Siempre fue igual de profundo. Lo tapé con ramas para que no moleste y al final aparecí acá adentro. Sumergida.

Quizás fue la tormenta (¿o eso fue una ilusión?).

Habrá sido la tormenta que con su fuerza corrió los escombros de años y me abrió paso a los rayos de luz.

..

Ansío sentirme nuevamente mariposa.

Casi no me reconozco y las ropas son las de siempre. Los días pasan ansiando los días que no llegan. Y es fácil echarle la culpa a la menstruación, pero esto es un exceso.

Los amigos tiran de una soga para ayudarme a salir.

Ellos saben que a veces retrocedo, lo entienden aunque algunos se quejan. Es que el exterior me parece tan desconocido. Como si hubiera llegado hace muy poco al mundo y cada cosa no dejara de sorprenderme, de causarme espanto y llenarme de pasión, atiborrada de experiencias que todavía no puedo ordenar. Pienso que tendrá que ver con las raíces. No es nada sencillo a esta altura de la vida animarse a echar raíces y despegar.

¿A esta altura de la vida…?

Las hormonas y el tango. Las cuatro estaciones de Vivaldi. Salir de todo y entrar en mí.

Putear como una condenada. No soltar una lágrima. Enorgullecerme y odiarme por eso. Respetando el orden. Alegrándome los días de sol. El resto esperar.

¿Esperar qué?

Que la vida deje de pegarme piñas y me cague a trompadas de una buena vez. Que se saque las ganas conmigo.

Que después no joda más.
.


Que algo me venga a salvar.

Que no tenga que ver con nadie más que conmigo.

1 comentario:

Eclipse dijo...

abrazo y mucho más abrazo