18 de enero de 2011

En épocas de cumpleaños...


Volver a ver Laberinto y Volver al futuro (en cine) me recordó muchas cosas lindas de la infancia… mucho juego, mucho color, muchas fantasías… recordar la infancia me hizo retomar tantas cosas que los recuerdos se amontonaron, me confundieron e hicieron de mi lo que quisieron… la tormenta metafísica de arena me volvió a arrastrar, a despeinar violentamente hasta lastimarme los ojos y hacerme llorar.

Los amigos, esa familia que uno elige a diario, firmes al lado mío me sostuvieron otra vez, con fuerza y firmeza.

Yo los amo, con las palabras ahogadas les agradezco por tanto.

Me entienden perfecto.

Llueve todo el tiempo...




Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Julio Cortázar.